Antonio Colinas
Te veo sentada frente
al horizonte
un cárdeno perfil de cicatrices,
el encinar herido
por heridas,
el tomillo que embriaga los sentidos
y una flauta que
suena interminable.
No volverá, no volverá, lo dice
la lágrima que
cae de tu ojo, el dolor
musical, luminoso de tus huesos.
Se
deshará tu brava cabellera;
se pudrirán tus manos
y el recuerdo
amoroso que contienen,
mas la lágrima de la tarde,
eterna durará
para negaros,
para negaros.
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