Tuesday, October 23, 2012

Elogio del tejido

Knitting is very conducive to thought. It is nice to knit a while, 
put down the needles, write a while, then take up the sock again. 
~ Dorothy Day 
Montar los puntos.

Recuerdo el tono de desprecio con el que cierto profesor en la carrera, decía que la filosofía no era como “tejer o hacer macramé”. Para él, tejer o hacer macramé, junto con una buena cantidad de manualidades que, sobra decir, son distintas a leer filosofía de la ciencia, escuchar música clásica o estudiar física y matemáticas, son actividades ridículas y superficiales. Poco le faltaba decir que son “cosas de mujeres” con ese toque peyorativo propio de los imbéciles. No sería raro que quienes desprecian el tejido también huyan de la libertad.

 Una de derecho.

“Eres una Bobe” me dijo un alumno cuando me vio enseñar a tejer a una de sus compañeras. Su afirmación no provocó una respuesta de mi parte pero sí suscitó dos preguntas: ¿Será que ser una abuela es algo malo? y ¿Será que tejer y ser una abuela es una pesadilla? Las labores realizadas con tejido en agujas o ganchillo no son exclusivas de un sexo ni de un grupo de edad. La diversidad de estilos, puntadas, patrones, labores y usos superan las expectativas de quien le pone pegas a las manualidades.

Tomar un par de agujas y sentarse a tejer no representa un aspecto de la senectud. Verlo de esta manera obedece al desprecio de lo viejo: en medio de una era sustentada en lo efímero y lo pasajero, sentarse a tejer es como ponerle pausa a la vida, tomar asiento para envejecer. Cualquier semejanza con la tercera edad ¿qué importa?

Una de revés. 

En la tienda de estambres del Pasaje Polanco, escuché que en algunas empresas estadounidenses, el tejido se ha convertido en una terapia para relajación. Numerosos oficinistas, ejecutivos, representantes y agentes han puesto manos a la obra y se han dejado llevar por el tric trac de las agujas. Se enteraron gracias a que, según contó la dependienta, un guapísimo ejecutivo de Nueva York solía pasar a visitarlas y comprarse algunas madejas para entretenerse durante su estancia en el D.F.

Diversas investigaciones han arrojado la evidencia de que el tejido induce serenidad a las personas. Mantenerse ocupado, dicen, evita que el cerebro se pasee por los senderos dolorosos del recuerdo o que camine por las heridas que han tardado en sanar. Además, el ritmo del tejido permite que las personas se concentren, lo cual resulta benéfico en otras actividades que tengan que desempeñar a lo largo del día. Para finalizar, la satisfacción de terminar un proyecto los hace sentirse capaces de emprender cualquier otro tipo de actividad que requiera dedicación y constancia. Numerosos especialistas apuntan que la gran ventaja de esta actividad es la portabilidad de la labor: pueden sentarse a tejer en cualquier parte, lo cual es un gran alivio en caso de que una emergencia nos tome formando una fila interminable para realizar un trámite burocrático.

Punto jersey. 

En fechas recientes, el yarnfiti o el yarn bombing se ha consolidado como una expresión urbana que consiste en intervenir columnas, esculturas, rejas o árboles con piezas tejidas. Toparse con una escultura bien abrigada con bufanda, gorro y calentadores debe desatar más de una sonrisa. El tejido se consolida, de esta manera, como una actividad combativa y de denuncia. En cierta medida, es un esfuerzo de apropiarse y transformar aquello que usualmente se nos presenta como cotidiano: lo que hemos dejado de mirar.

En algunos países europeos se han organizado grupos de hombres y mujeres que salen a la calle con la misión de colorear con hilos las ciudades. Los troncos de los árboles se forran, la malla ciclónica se transforma en un telar y se visten las estatuas de héroes y personajes ilustres. El color reclama a la vista, llama a todos los pares de ojos que se han acostumbrado a ver sin mirar. Arrebatar, aunque sea una ojeada, cristaliza el propósito de esta guerrilla de estambre.

Remata y cierra.

Una profesora de literatura exclamó: ‘lo que es tener nada que hacer’ tras enterarse de que yo misma tejo mis bufandas y chalecos, entre otras prendas. Si tan sólo ella fuera capaz de regalarse un momento para sí misma, que no solo resulte en la realización de un producto si no de permitirse un rato para desenmarañar los nudos propios del día. Una madeja de estambre es tan propensa a enredarse como las ideas en la mente. Necesitamos calma y paciencia para desenredar los hilos conductores de la vida o de la prenda a confeccionar.

Como dice Doris Day, tejer conduce a pensar. El flujo de nuestros pensamientos puede acoplarse al ritmo del ir y venir de las agujas. Alternar estás actividades podrían propiciar proyectos literarios y graffiti textil. Pensar y tejer son actividades que abrigan al ser humano.