Thursday, October 23, 2014

DERRIDA Y EL DERECHO A LA FILOSOFÍA

“… no imagino una filosofía ni
una investigación disociada
de su enseñanza.”
Jacques Derrida
Es inevitable que la filosofía se piense a sí misma. Su naturaleza crítica y cuestionadora permite que ella misma sea el objeto de sus reflexiones. Por otra parte, tomando algunas palabras de Jacques Derrida, la filosofía siempre ha estado ligada a su enseñanza, lo cual provoca otro problema: ¿qué se debe enseñar en filosofía? Este ejercicio de autocrítica, casi podríamos decir que de introspección, hace que la filosofía se mantenga en tensión consigo misma.
Claro que la crítica de la filosofía no está reservada para los filósofos de manera exclusiva. Todos aquellos que se sienten alejados de dicha disciplina son, con frecuencia, los más duros cuestionadores. A menudo lanzan la pregunta misil ¿para qué sirve la filosofía? Es una pregunta que bien podría derrumbar bibliotecas sin encontrar una respuesta realmente satisfactoria. ¿Cómo explicarle a los demás que la filosofía se dedica a preguntar(se)? Es complicado porque no hay voluntad de explicar ni de entender. Entonces la sociedad decide tomar partido y siempre se inclina a favor de la productividad, cosa en la que la filosofía, aparentemente, no participa mucho.
Si la filosofía no produce, no es útil, no es rentable, ¿para qué la estudiamos? Esta vez recibimos una herida que podría ser mortal. Es probable que alguien haya utilizado su potencial filosófico para preguntarse sobre la enseñanza de la filosofía, no tanto para modificar un plan de estudios, sino para evaluar la oportunidad de sustituir algunas de esas clases por unas que permitan que los alumnos aprendan algo que les vaya a servir en la vida.
En el libro Du droit a la philosophie, que reúne varios ensayos y reflexiones en torno a la filosofía y su papel en la Francia de su época, Derrida se dedica a revisar las repercusiones que tiene la filosofía en la educación, la enseñanza de la filosofía, el derecho a la filosofía, además de analizar la situación en la que dicha disciplina se encontraba durante las décadas de los 70’s y 80’s.
¿Qué es la institución filosófica?
La Facultad de Filosofía es una de las figuras más importantes que ha adoptado la institución filosófica. Tras una crisis en la Alemania del s. XVIII, las actitudes en contra de la ilustración y el atropello de las políticas de Federico-Guillermo II, Kant ya había intentado poner a la Facultad de Filosofía como la Facultad madre, capaz de regular a las demás para hacer un lado la censura ejercida por el Rey hasta ese momento.
Mientras que Kant pretendía hacer de la Facultad una entidad dinámica, la Institución filosófica que hoy conocemos se ha configurado en la repetición. Derrida señala que los profesores de filosofía suelen ser repetidores. Así, no es gratuito que, en francés, al profesor de filosofía se le llame agrégé-répétiteur. Para Derrida, la palabra répétiteur será fundamental en el análisis de la función del cuerpo docente en la filosofía.
El repetidor estará condenado a repetir y enseñar a repetir. A partir de ello podría justificarse el hecho de que la enseñanza de la filosofía se reduzca a la impartición de la historia de la filosofía y no tanto la filosofía como una disciplina que se piensa.
En este sentido, el repetidor se convierte en guía de otros, de los alumnos en este caso, en el sistema de la repetición. Derrida dice que “el aspirante pide al repetidor que lo inicie a un discurso”, el cual ya está dado, ya se encuentra delimitado por los intereses del sistema vigente. De esta manera, la filosofía se imparte a base de recetas en las cuales queda explicado “qué hay que decir, qué no hay que decir, cómo hay qué o no hay qué decir”  entre otras formulaciones que ya marcan el camino a seguir.
Basándose en dichas recetas, los programas de la enseñanza filosófica se construyen partiendo de lineamientos establecidos por los burócratas o administradores del órgano responsable de diseñarlos. En la elaboración de los programas interviene “un poder no filosófico y no pedagógico”  que determina “de manera decisiva y absolutamente autoritaria el programa, los mecanismos de filtración y de codificación de toda la enseñanza”. De esta manera, el programa se convierte en un aparato monstruoso que legitima los modos en que opera la enseñanza, perpetúa la tradición y el sistema de cierta concepción sobre la filosofía. Así, tenemos que “el poder controla el aparato de la enseñanza, no es ni para colocar al poder fuera del escenario pedagógico […] ni para dar a pensar o a soñar una enseñanza sin poder, liberada de todo poder exterior o superior a ella o de sus propios efectos de poder.”
Sabemos que la institución es aquello que dispone, que planea algo que debe realizarse. La institución filosófica se inserta en la Universidad que, a su vez, es una institución que goza de autonomía aún cuando es legitimada por el Estado. La autonomía podría ser difusa, puesto que muchas veces vemos una dirección sobre la que se organiza el proyecto universitario.
La relación entre el Estado, la universidad y la institución filosófica: el derecho a la filosofía
Derrida nos hace ver que los planes de estudios o el diseño curricular siempre está orientado hacia cierta ideología. La filosofía no escapa de esta orientación puesto que si bien es posible que no se enseñe esta disciplina, también es viable que se enseñen algunas teorías por encima de otras; algunos filósofos en vez de otros. Si revisáramos los planes de estudio de algunas universidades que imparten la licenciatura en Filosofía, esto cobraría mucho sentido al revisar el perfil de la institución académica en cuestión. Así, la relación entre el estado y la institución con lo filosófico puede ser tanto tensa como afable pero no escapa a cuestionar el lugar que ocupa esa relación y lo que ha de provocar.
Por otra parte, al estado también le corresponde garantizar el derecho a la filosofía. En principio podría parecer un disparate pero como menciona Derrida, lo filosófico es “la cosa más fácilmente compartida en el mundo. Nadie puede prohibir el acceso a ella. El momento en el que uno la desea, tiene el derecho a ella. Ese derecho está inscrito en la filosofía misma. El efecto de las instituciones puede ser el de recular, incluso limitar, este derecho desde afuera, pero no crearlo o inventarlo. Este derecho es, antes que nada, natural y no uno histórico o positivista.”
A lo largo de su vida, Jacques Derrida se involucró en los comités y agrupaciones dedicados a reivindicar la filosofía en Francia. Su participación fue clave en el Groupe de Recherche sur l’Enseignement de la Philosophie (Greph), así como en la creación del Collège International de Philosophie (Ciph) y la realización de los Etats-Généraux de la Philosophie.
Derrida, acompañado de Jean Luc Nancy y otros pensadores, se dedicó a revisar la situación de la filosofía en el sistema educativo francés. Durante el gobierno de Valéry Giscard d’Estaing, se presentó una reforma educativa, conocida como Reforma Haby  en la que la filosofía perdía su espacio obligatorio dentro de la currícula para ser considerada como una asignatura opcional con 3 horas semanales de clase. A todas luces, la filosofía se había quedado fuera del camino, lo cual era inaceptable para la comunidad intelectual de Francia. No sólo había perdido horas de clase si no que había entrado a la categoría de las materias optativas cuyas repercusiones veremos más adelante.
Así, Derrida presenta las tendencias en Francia a reducir las clases de filosofía. Le queda claro que esto limitaría las posibilidades de que los jóvenes estudiantes del liceo puedan tener contacto con la filosofía. Esto también afecta la oferta de plazas para maestros de filosofía. Eventualmente, podría conducirnos a que la filosofía deje de ser una opción para los estudios universitarios. La situación en la que se encontraba ésta disciplina se convirtió en terreno fértil tanto para la creación de instituciones alternativas, por así decirlo, como para la gestación de grupos de investigación y discusión en torno al aspecto didáctico de la filosofía.
Con el antecedente del Greph, fundado en 1974, y la celebración de los Etats Généraux de la Philosophie, los días 16 y 17 de junio de 1979, que reunieron a poco más de 1,200 personas de diversas formaciones: estudiantes, profesores y personas ajenas a la vida académica, el College International du Philosophie (Ciph), fundado el 10 de octubre de 1983, fue el resultado de ciertos esfuerzos no sólo para preservar sino para extender la enseñanza de la filosofía. Su propósito es brindar un lugar para la investigación filosófica, la cual es prohibida, limitada o marginalizada en ciertas instituciones y facultades. Si bien se mantuvo cierto diálogo respecto al cambio en la currícula, el Ciph surge como una institución que no precisa el reconocimiento de una autoridad gubernamental, dando pie al goce de plena autonomía que le permite investigar temas que bajo la figura del Estado no podría siquiera considerar.
Libre de títulos y cuotas, el Colegio se ha mantenido activo desde hace 31 años. Apenas en 2013 celebraron tres décadas de actividad filosófica ininterrumpida. Su funcionamiento es posible gracias al trabajo voluntario de 50 directores de programa y el financiamiento, cada vez más limitado, que reciben del Estado a través de ciertos ministerios. Además de los cursos, también realizan debates, presentaciones de libros y conferencias. Cuenta con una publicación virtual, Rue Descartes, de acceso libre y gratuito, que se publica trimestralmente y procura mantenerse alejada del academicismo y el dogma. A la fecha, se ha mantenido como el referente de lo que debería ser una institución filosófica.
Como señala Derrida, la filosofía siempre ha estado relacionada a la práctica educativa hasta llegar a la configuración en la que hoy se ve insertada. Disociarla de la educación implicaría anular parte de su actividad principal: enseñar a los hombres que aún no saben que son libres.
Apostilla: defender la filosofía
 Desde hace tiempo, la defensa de la filosofía es una lucha constante en distintas latitudes. En Francia, como si fuera nuevamente 1977, ha emergido un nuevo campo de batalla: recientemente, el Ciph publicó en su cuenta de facebook una noticia terrible: el estado dejará de financiarlo, sin justificación alguna, por lo que es probable que el 5 de noviembre de 2014 cierre sus puertas para siempre. Puedes firmar esta carta para solicitar que el Ministerio de la Educación Nacional, la Enseñanza Superior y la Investigación, siga aportando los 240,000 euros que necesitan para sostener el aparato administrativo del Colegio.

Publicado originalmente en Registro (23 de octubre de 2014)

MENTIRA LA VERDAD Y EL CANAL DE LAS IDEAS

El año pasado, en la Ciudad de las Ideas, iniciativa animada por Andrés Roemer, Alain de Botton, lanzó una provocación irresistible: ¿por qué no hacer un canal filosófico? Sostuvo la importancia de que la filosofía se acerque cada vez más al plano de lo cotidiano. Un canal que divulgue el pensamiento podría ser un sueño guajiro pero abriría numerosas posibilidades para abordar las preguntas que nos hacemos todo el tiempo. Si bien se trata de una propuesta que camina lento, Alain de Botton ya dio el primer paso con el portal de noticias The Philosophers’ Mail.
¿Sería importante que la filosofía fuera tema de los programas televisivos? Pienso que sí. Se han desarrollado propuestas estimulantes sobre las ciencias, la historia y el arte. Numerosos descubrimientos y experiencias han sido divulgados a través de dicho medio. Sería ridículo pensar que El mundo de Beakman, Cosmos: un viaje personal, Zabomafoo, Biografías, entre otros programas, no han contribuido a nuestro aprendizaje o, al menos, a sembrar inquietudes.
Uno de los primeros guiños de la filosofía en la televisión es El abecedario de Gilles Deleuze, programa filmado de 1988 a 1989 en el que Claire Parnet conversaba con el filósofo que había sido maestro suyo. En la conversación, abordan 25 conceptos, en orden alfabético, con un tratamiento que se esfuerza por ser pedagógico. La transmisión se realizó hasta 1996 debido a que Deleuze expresó que haría la filmación siempre y cuando llegara a las pantallas hasta después de su muerte.
Otros filósofos han tenido algunas apariciones en la televisión. En 1971 se transmitió un debate sostenido entre Noam Chomsky y Michel Foucault en el marco del International Philosophers Project, una iniciativa holandesa moderada por Fons Elders. En dicho proyecto también aparecieron Karl Popper, Arne Naess, Alfred Ayer, entre otros. Los cuatro debates reflejan las cuestiones filosóficas de finales de los años sesenta aunque las discusiones parecen no tener fecha de caducidad. Cuesta bastante encontrarlas pero hay algunos fragmentos disponibles en la red.
Si bien no ha sido posible realizar programas de televisión, algunos filósofos han sido lo suficientemente interesantes como para que algunos directores decidan desarrollar documentales sobre ellos. Jacques Derrida, Slavoj Žižek, Michel Onfray, son algunos de los filósofos que cuentan con largometrajes dedicados a su pensamiento. En otro sentido, el trabajo de Margarethe von Trotta y sus filmes dedicados a filósofas como Hannah Arendt, Rosa Luxemburgo y Hildegard von Bingen son otro acierto más en la divulgación de la filosofía a través del celuloide.
¿Qué ocurre en Iberoamérica?
En España en la 2, el canal cultural de RTVE, se han emitido casi 30 programas en los que se presentan perfiles de filósofos y pensadores españoles. El programa lleva por nombre: Pienso, luego existo y su formato suele presentar al protagonista hablando sobre sus contribuciones filosóficas y, ocasionalmente, algunos invitados aportan comentarios sobre la relevancia de la figura filosófica en cuestión. José Antonio Marina, Beatriz Preciado, Eugenio Trías y Emilio Lledó son algunos de los filósofos españoles que participaron en lo que suman dos temporadas de este programa.
Hace largo tiempo que el canal Encuentro se hizo a la mar con un cargamento valioso: la divulgación filosófica. Comenzó con la conducción de Fernando Savater en el programa la Aventura del pensamiento. En dicha emisión, Savater hace retratos de varios filósofos en los que destaca sus contribuciones principales. El programa se transformó en un libro que lleva el mismo nombre.
Por otra parte, José Pablo Feinmann lleva siete temporadas conduciendo Filosofía aquí y ahora: un programa que ha transitado distintas facetas pues ha abordado preguntas filosóficas y pensadores es específico así como la implicación de la filosofía en acontecimientos argentinos y mundiales. Una de las preguntas más importantes ha sido ¿existe la filosofía latinoamericana? El programa podría acompañarse con lo que  Feinmann expone en el libro La filosofía y el barro de la historia, publicado por Planeta en 2008.
El programa que más me ha cautivado y provocado numerosas inquietudes es, sin duda alguna, Mentira la verdad, a cargo de Dario Sztajnzsrajber y producido por Mulata Films y el canal Encuentro. El programa se estrenó en 2011 con un formato que lo volvió radicalmente distinto a los programas que le precedieron.
Mentira la verdad
No sé si el nombre viene de una canción de Manu Chao  que dice: “Mentira lo que dice / mentira lo que da / mentira lo que hace / mentira la mentira / mentira la verdad”  o de “¿Qué ves? ¿qué ves cuando me ves? Cuando la mentira es la verdad”, temazo de Divididos. Lo que sí sé es que desde el primer programa, el abordaje y tratamiento de conceptos filosóficos me causaron una gran impresión. Aunque tenía tiempo viendo los otros programas del canal Encuentro, descubrir Mentira la verdad fue realmente refrescante. Nunca había imaginado la posibilidad de  realizar un trabajo con semejante efecto.
Darío Sztajnszrajber es un filósofo argentino que se ha desempeñado como profesor en FLACSO, la Universidad de Buenos Aires y Facultad Libre, entre otras. También es destacable su labor en el ámbito de la gestión cultural. Podríamos decir que la divulgación de la filosofía es medular en su labor cotidiana: conduce El innombrable por radio madre, escribe algunas columnas sobre filosofía y se presenta con DESENCAJADOS, el proyecto escénico que combina música y filosofía. Incluso le ha sido posible dedicarle tiempo a la escritura de un libro que se publicó con el título ¿Para qué sirve la filosofía? (pequeño tratado sobre la demolición), publicado por Planeta y disponible en e-book en este hemisferio.
En cada programa de Mentira la verdad aborda un concepto distinto. A veces el tratamiento es tan largo que han tenido que dividirlo en dos partes. Habitualmente expone sus propios abordajes del tema y los combina con las contribuciones de tres o cuatro filósofos relacionados. Tiene la gentileza de señalar en qué momento hace referencia a las reflexiones ajenas pero también posee la habilidad de tejer una implicación sólida entre los autores.
Conversando con él en uno de los descansos del TEDxCuauhtémoc, celebrado el sábado 6 de septiembre, le pregunté cuánto tiempo le había tomado armar la tercera temporada. Comentó que tardó unos seis meses y el equipo estaba formado por cuatro guionistas, el productor y él mismo. “Era como dar una clase”, afirma, y cuenta que entre todos gestaron la nueva temporada que se estrenó el pasado 10 de septiembre. Afortunadamente, el primer capítulo, dedicado a la angustia, ya está disponible para verlo en Internet. En este nuevo abordaje, Darío nos presenta a un personaje, que es muy parecido a él, que firma un contrato para hacer de la filosofía un objeto de consumo. Kierkegaard, Heidegger, Nietzsche y Unamuno salen al rescate para aliviar un poco al personaje.
Durante nuestra conversación, Darío recordó una inquietud inevitable: ¿se estaría traicionando haciendo filosofía en la televisión? Es sabido que la filosofía ha sido sometida una burbuja de la que participan los iniciados. Que cualquier intento por difundir la filosofía se reconoce como un acto de traición o de vulgarizarla. Pienso que debemos traicionar la adhesión ciega a una tradición que presenta a la filosofía como un balbuceo erudito que solamente parafrasea a los filósofos precedentes. No olvidemos que, como dice Fernando Cazas en Enseñar filosofía en el siglo XX, “la filosofía nació para ser de todos. Si alguien impide que esto suceda, la condena a morir irremediablemente”.
Por fortuna, la labor de Darío ha sido bien recibida por quienes fueron sus profesores y los que aspiramos a ser alumnos suyos. Señala que, curiosamente, algunas personas de su generación no están del todo de acuerdo con lo que hace. Yo me pregunto qué más da: en sus primeras temporadas fue premiado en el ámbito de la televisión educativa por parte del canal japonés NHK y ha sido nominado en dos ocasiones al Premio Emmy Kids. Más allá de estos reconocimientos, la recepción del público ha hecho del programa una referencia obligada respecto a la divulgación de la filosofía e incluso ha posibilitado el desarrollo de proyectos paralelos emprendidos por el mismo Sztajnszrajber.
La realización de Mentira la verdad es un esfuerzo tremendo por empatar la filosofía con una línea argumental, en sentido dramatúrgico, para volverla accesible a interesados pero sobre todo a quienes no han sucumbido a su llamado. Es satisfactorio decir que este esfuerzo ha rendido tantos frutos y provocado numerosas reflexiones. Tengo entendido que en algunas partes de América ya se mira con mayor atención esta producción y se abren posibilidades de emprender proyectos similares.
Las primeras temporadas ya están disponibles en el sitio conectate.gob.ar y comienzan a subir uno a uno los capítulos de la tercera temporada. Si eres profesor de filosofía, deberías darle una oportunidad a estos programas en tu intervención docente. El público en general debe mirar estos programas y tomarlos como pretexto para introducirse en las grandes inquietudes que han surgido en la filosofía.
Publicado originalmente en Registro (23 de octubre de 2014)