Tuesday, August 4, 2015

TEJER Y COMBATIR: ENTREVISTA CON LANA DESASTRE

En fechas recientes, el yarnfitti o el yarn bombing se ha consolidado como una expresión urbana que consiste en intervenir columnas, esculturas, rejas o árboles con piezas tejidas. Toparse con una escultura bien abrigada con bufanda, gorro y calentadores debe desatar más de una sonrisa. De esta manera, el tejido se consolida como una actividad combativa y de denuncia. En cierta medida, es un esfuerzo de apropiarse y transformar aquello que usualmente se nos presenta como cotidiano: lo que hemos dejado de mirar.
En Estados Unidos y algunos países europeos se han organizado grupos de hombres y mujeres que salen a la calle con la misión de colorear con hilos las ciudades. Los troncos de los árboles se forran, la malla ciclónica se transforma en un telar y se visten las estatuas de héroes y personajes ilustres. Recientemente, esta práctica se ha dejado ver en México: el color reclama a la vista, llama a todos los pares de ojos que se han acostumbrado a ver sin mirar. Arrebatar, aunque sea una ojeada, cristaliza el propósito de esta guerrilla de estambre.
En México tejemos con Lana desastre, colectivo que llamó la atención recientemente tras convocar una intervención en la línea 1 del metro, en el Día Mundial de Tejer en Público. Con sus tejidos decoraron tubos y asientos de un vagón que recorría las entrañas de la ciudad. Al llegar a la estación Zaragoza fueron reprendidas por policías que exigían quitar sus “madres” y preguntaban quién había autorizado la acción. El resto de los usuarios se sumaron a la defensa de las tejedoras. En entrevista el colectivo Lana desastre, integrado por Mustang Jane, Petunia Jacquard, Sally Salazar y Claudia de las Nieves, nos habla sobre esta práctica.
Alejandra Quiroz Hernández: Sabemos que Lana desastre es un colectivo que ha tejido muchos proyectos. ¿Podrían contarnos brevemente sobre sus comienzos?
Lana desastre: A principio tejíamos por nuestra cuenta o hacíamos yarn bombing de forma individual, pero gracias a Yo Landi, miembro del Colectivo Modopactua, nos conocimos todas en un Taller que impartieron en ATEA (espacio de experimentación visual, arquitectónica y sonora del colectivo Somosmexas). El Taller se llamó “Tejido y Sociedad” donde Sally impartió clases de ganchillo, Jane dio una charla sobre yarnbombing y Cuca participó como becaria. A partir de ahí nos reunimos a tejer los viernes, y como es lo habitual al tejer con otras personas, empezamos naturalmente a platicar de todo. Fluimos y nos conectamos desde el principio, cada una con sus propias ideas empezamos a revelar pensamientos, sentimientos, indignaciones, molestias, risas; en fin, los viernes se hicieron más agradables porque sabíamos que siempre estábamos dispuestas a escuchar y expresarnos libremente.
Fue ahí donde empezamos a planear nuestra primera acción: “On the Road” que en un principio consistía en tejer la valla de la embajada de Estados Unidos con cientos de calaveras con los colores de la bandera norteamericana. La idea original fue de Mustang Jane, quien es originaria de la frontera de Cd. Juárez, donde radica actualmente, ella tenía la inquietud de manifestar la difícil situación que enfrentan los migrantes para cruzar a los Estados Unidos. El proyecto fue un éxito gracias a la participación de gente y la donación de estambres. Finalmente no bombardeamos la embajada, pero tuvimos el apoyo de la CDHDF para exhibir la enorme pieza en un foro sobre “La Protección de las personas migrantes en México y Centroamérica”, den el que se pretendía que la pieza fuera puesta a la venta y donde las ganancias fueran donadas a la Casa del Migrante en el Edo. de México.
AQH: Eligieron la guerrilla de ganchillo, también conocida como Yarnbombing o –Yarnfitti, como su actividad principal. Más allá de colorear la ciudad, ¿qué se pretende con el Yarnbombing?, ¿qué lo motiva?
LD: La motivación principal del Yarnbombing es la acción de tejer en colectivo ocupando nuestros espacios públicos. Al alterar el espacio lo rescatamos y trasformamos la imagen de la ciudad, modificamos el espacio que estamos acostumbrados a ver todos los días, le damos color con estambres y texturas. Lo hacemos como simple ornamentación y como manifestación también, pero lo principal es el vínculo que se crea con la gente, desde la que participa con nosotras, hasta la que pasa por el sitio y se cautiva al verlo. Esa relación es la que nos motiva siempre: creemos que el tejer en público es una acción democrática auténtica, donde participan hombres y mujeres por igual, gente sin importar raza, nivel socioeconómico y hasta postura política.
AQH: Como casi todo, el Yarnbombing tiene muchas caras. Hay quienes lo definen como arte callejero, otros creen que es una actividad combativa. Entre otras cosas, ha desafiado la creencia de que tejer es una actividad exclusiva de mujeres de la tercera edad. ¿Podríamos definir el Yarnbombing como una actividad que conjuga la denuncia y el arte público? ¿A quiénes convoca?
LD: Claro, el Yarnbombing es una forma de intervención urbana donde se está ocupando el espacio público para expresarse libremente, el Yarnbombing como muchas otras manifestaciones artísticas en la calle forma parte de una nueva alternativa de expresión, el mensaje llega directamente a los receptores y los cautiva por la composición de su diseño. El mensaje funciona porque, en un principio, el acto atrae las miradas de asombro y es ahí cuando embiste el mensaje. En efecto, el Yarnbombing rompe el paradigma de la abuela tejedora, (nuestras sabias maestras), se rompe la brecha de que es una labor exclusiva de señoras “sin qué hacer”; por el contrario, somos mujeres con mucho que hacer y mucho que decir. Llevamos a las calles lo que nuestras madres y abuelas nos enseñaron.
AQH: Durante el tiempo que llevan juntas han realizado intervenciones de carácter político. Se han sumado a acciones relacionadas con la lucha magisterial, el caso Ayotzinapa, la maternidad elegida, entre otras. Pero también participan con tiendas de ropa que podrían percibirse como una estrategia de marketing. ¿Por qué realizar una acción en cualquiera de esos sentidos (político o marketing)?
LD: Porque además de la utopía de tejer un mundo mejor, también tenemos la utopía de poder vivir algún día del tejido. Sally y Cuca se dedican 100% a la labor del tejido, venden sus piezas y buscan bazares para promocionar su mercancía de forma independiente. Muchas marcas apoyan el arte. El art marketing es una nueva estrategia en la publicidad porque cautiva al público y a la vez apoya el arte callejero.
AQH: A simple vista, parece que toda práctica en torno a la ideología “Hazlo tú mismo” se vuelve disruptiva y provoca reacciones como las del pasado 14 de junio o de junio de 2013 con Knitstersmx. Aunque parece inexplicable ¿qué es lo que incomoda del tejido público?
LD: No tengo conocimiento de lo que pasó con el Colectivo Knitstersmx. Pero creo que lo que podría incomodar es el hecho de que la ocupación urbana es una acción subversiva y para las autoridades es una invasión relacionada con vandalismo o con pandillas. Eso es cierto, tal vez seamos una especie de pandilla pero llevada a un contexto más positivo y creativo. En general al público no le molesta, al contrario, pero a las autoridades parece que sí. En una ocasión, los inspectores de Medio Ambiente arrancaron los tejidos que hicimos a unos árboles a fuera del Multiforo Cultural Alicia, con la excusa de que daña a los árboles, a pesar de que en ningún momento lo perforamos ni le hicimos daño. No tenemos información sobre si existe un reglamento donde especifique cuál es el delito que estamos cometiendo, ni tampoco creemos que ellos mismos lo sepan, el Yarnbombing los toma por sorpresa y por tal motivo inmediatamente lo relacionan con el grafiti y nos imputan el mismo delito cuando en realidad no estamos haciendo ningún daño al mobiliario público.
AQH: A propósito de lo que comentas, el Yarnfitti ha transitado de ser una práctica anónima y en fuga a ser una experiencia colectiva. ¿Es otra forma de hacer ciudad, de visibilizar la responsabilidad compartida, la propiedad colectiva?
LD: En otras ciudades del mundo por supuesto que lo es, hay muchas iniciativas por parte de organizaciones que a través del Yarnbombing reúnen a las comunidad para tejer grandes proyectos. La mayoría han sido proyectos cuyo objetivo es la participación de la sociedad para tejer espacios o estructuras enormes. En México todavía no pasa eso. Es labor de colectivos como el nuestro impulsar esta clase de proyectos y que se abran diálogos con instituciones para conseguir más espacios y convocar al público para colaborar por un bien común. Es ese propósito lo que nos motiva y nos hace responsables como colectivo, como ciudadanos y como institución. Por lo pronto, nosotras seguiremos ocupando espacios a pesar de no tener los “permisos”, a pesar de que la instalación no sea apreciada y sea arrancada, a pesar de los enfrentamientos con las autoridades. Nuestro objetivo no es que el tejido permanezca para siempre en el sitio, el arte callejero tiene la característica de ser efímero, lo que nos interesa es alegrar las calles y hacer comunidad.
Publicado originalmente en Registro (4 de agosto de 2015)

Thursday, July 16, 2015

EXIGIR CLARIDAD: TAREA DE LA FILOSOFÍA

“El conocimiento responde a la necesidad
de orientar nuestra vida en el mundo”
Luis Villoro
Desde sus orígenes, la filosofía se ha empeñado en “introducir la razón en el mundo”. También es una disciplina incómoda que frecuentemente debe librar batallas contra políticas “educativas” que pretenden reducirla a un bonito recuerdo de la humanidad otrora pensante. Se ha insistido en que es radicalmente inútil. Sin embargo, Max Horkheimer reconoce en la crítica la función social de la filosofía. En tanto que esta no es una disciplina productiva ―puesto que su quehacer no baila al son del capitalismo―, la crítica será su aporte a la sociedad. Lo significativo es que esta crítica no será tarea exclusiva de los filósofos: la intención es que toda persona sea capaz de ponerla en práctica.
¿Por qué Horkheimer apuesta por la crítica y no otra cosa? Porque ésta nos ayuda a entender las cosas profundamente. Como seres humanos pertenecientes a un grupo o cultura, estamos condenados a respetar una tradición, nos sentimos compelidos a actuar de determinada manera. Por lo tanto, participamos en rituales, formas de pensar y actuar que raras veces cuestionamos. No nos parece necesario porque “así siempre ha sido”. No todas nuestras acciones pueden ser derivadas de las creencias o costumbres.
Horkheimer señala que la crítica se propone impedir “que los hombres se abandonen a aquellas ideas y formas de conducta que la sociedad en su organización actual les dicta.” ¿Cuántas de nuestras acciones son motivadas por creencias vagas que jamás se transforman en argumentos racionales? So pretexto de la costumbre, nos mantenemos instalados en la comodidad de nuestra minoría de edad. Difícilmente nos hacemos cargo de clarificar nuestras propias creencias y ni siquiera nos planteamos la posibilidad de construir conocimiento. Así, nos quedamos sin recursos para actuar en el mundo. Ni hablemos de hacernos responsables.
Como ejemplo de que la crítica la puede ejercer cualquier persona, tomemos el reciente llamado del senador estadounidense Paul Thurmond, hijo del senador y segregacionista James Strom Thurmond, a retirar la bandera confederada. En su discurso, señaló: “Estoy consciente de mi herencia. Pero mi aprecio por las cosas que hicieron mis antepasados para darme una buena vida no significa que debo creer que siempre tomaron las decisiones correctas y, por mi parte, nunca entenderé cómo alguien puede luchar una guerra civil fundamentada, en parte, por el deseo de continuar la práctica de la esclavitud”. Por el contrario, Dylan Roof sometió su entendimiento a una larga tradición segregacionista y supremacía blanca, así como la estúpida creencia de que “los negros van a dominar el mundo”, lo que implicó el asesinato de nueve personas en la Iglesia Episcopal Metodista Africana en la ciudad de Charleston, Carolina del Sur, EE. UU. Así, vemos el costo de abandonarse a ideas y creencias que no pasan por el filtro de la razón.
Pseudo crítica o δόξα
“Lo que te voy a decir es una crítica constructiva”: así se defiende la gente cuando está a punto de emitir su parecer respecto a algo. Señalo que se defiende porque, de alguna manera, la crítica ha sido entendida como algo negativo en el lenguaje cotidiano. No es gratuito puesto que, a menudo, las críticas no se hacen de frente y tienden a ser superficiales. En nuestra historia personal, podríamos identificar episodios en los que las personas han señalado nuestros defectos o falencias a nuestra espalda. Incluso, para levantarnos el ánimo, se insiste en la idea de que quien te critica por la espalda, en realidad te admira.
De tal manera, hemos sido secuestrados por la pseudocrítica, aquella creencia instalada en nuestra cabeza de que es posible hacer crítica positiva o negativa. Lo siento, la crítica tiene un solo sentido y éste tiene que ver con una exigencia de claridad. Crítica viene del griego κρίνειν, que significa separar, dividir pero también averiguar, discernir. Ya Parménides distinguía dos caminos: el de la verdad y el de la opinión. Hemos pavimentado el camino de la opinión pues no requiere mayor esfuerzo que ordenar aquello que se nos presenta de manera inmediata. Constantemente practicamos la doxa (δόξα) en su aparente forma de crítica constructiva. Vertemos opiniones sobre todo lo que acontece sin procurar un pensamiento crítico y completo que nutra nuestro conocimiento del mundo, que haga posible el entendimiento de aquello que nos rodea. Esto será el propósito de la crítica en tanto que exigencia de claridad. El camino de la verdad es más exigente pues no se contenta con la primera impresión.
Salgamos de la caverna
Llevo algún tiempo preocupada por la facilidad con la que emitimos juicios sobre situaciones complicadas. Parto de la observación de la cotidianidad de este país: la sociedad mexicana lleva muchos años indignada pero su manifestación tiende a irse por las ramas. Es cierto que no tenemos al presidente más brillante de todos los tiempos;  que lleva casi tres años dotándonos de material suficiente para burlarnos de él todos los días. Lo mismo ocurre con su esposa y familia que se empeña en derrochar dinero en el extranjero mientras viven en un país con millones de pobres. Así, los comentarios del grueso de la población se reducen a señalar las escenas sexuales de la primera dama en viejas telenovelas, a imitar el pésimo inglés del presidente, a evidenciar lo hueca que es la cabeza de todo el clan Peña/Rivera.
Contamos con un enorme catálogo de memes e insultos circulando en redes sociales y charlas de sobremesa. Todas ellas atienden cuestiones centradas en los sujetos, sin embargo ¿quién está dispuesto a analizar y criticar los temas que importan? ¿Cuántos de los que se burlan de una mujer por haber sido actriz de telenovelas entienden las consecuencias de una reforma constitucional, la que quieran? Una y otra vez nos dejamos llevar por las apariencias, lo superficial. Incapaces de reconocer la puesta en escena, abocamos nuestra atención al escándalo en turno que es renovado cada cierto tiempo.
Es innegable que la hiperespecialización del mundo contemporáneo ha propiciado que cada profesión desarrolle un léxico casi incomprensible para los que son ajenos a tal o cual ámbito. Es por esto que nos cuesta trabajo acercarnos a todo lo que no corresponda a nuestro campo más inmediato. En este sentido, es evidente que las leyes están formuladas en un lenguaje que no es accesible para la mayoría de los ciudadanos. Quedamos fuera de la comprensión y, por lo tanto, de la claridad. No hay condiciones para entender la política nacional. Sin ellas, nos quedamos sin armas para cuestionar las decisiones que, en la fallida democracia representativa, se toman según el ritmo de los intereses vigentes. Ya rendidos, nos quedamos esperando la próxima metida de pata de nuestro flamante presidente o el tropiezo de alguno de los bailarines de la comparsa.
Como sociedad, hace falta una profunda introspección en la que podamos ver las injusticias que nos aquejan en lo cotidiano. La razón, en su aspecto crítico, arroja luz sobre las turbiedades que se configuran tras bambalinas. Puesto que cada vez son menos discretos en su configuración de atrocidades, podemos retomar la distinción de Heráclito entre los dormidos y los despiertos: las cosas que pasan en este país se atribuyen a la abundancia de ciudadanos dormidos. Es inútil desahogar la frustración nacional en cada bochorno presidencial. Sin volvernos suspicaces, la crítica debe mantenernos despiertos.
Publicado originalmente en Registro (16 de julio de 2015)

Tuesday, March 17, 2015

COMUNIDAD EN CLAVE BUBER

Los últimos meses de 2014 me impusieron un silencio absoluto. La acumulación de atrocidades me dejó inerte aunque sentía la necesidad de escribir al respecto. Desde entonces me quedo a medias, divagando entre las razones del texto y la incapacidad de escribir lo que siento. ¿Qué siento? Siento un vacío enorme por donde se me han colado las palabras. No alcanzo a articular un texto que demuestre coherencia, que comunique algo, que tenga fuerza.
Como no podía escribir, tuve que empezar a hablar, a escuchar. De pronto me vi en más reuniones que lo normal. Siempre he sido una persona solitaria así que me sorprendió mi deseo de juntarme con la gente. Comencé a prestar atención a quienes me rodean y me di cuenta de que soy realmente afortunada. Retomé contacto con personas que no veía desde que salí de la universidad, a dotar de realidad esa frase tan común y hueca: “hagamos algo”.
Un día me pregunté si lo que me estaba pasando era que se me estaba volviendo necesario formar parte de algo. Al poner atención a lo que sucedía, me di cuenta de que poco a poco me integraba a una comunidad. Fue inevitable recordar el semestre que dediqué a estudiar a Martin Buber con 10 alumnos extraordinarios. Ese curso fue un atrevimiento de mi parte porque no era especialista en el tema: me había propuesto indagar con otros la importancia de la vida dialógica según Buber. Lo que hice fue construir un curso a partir de fragmentos de la obra de este filósofo austriaco. De tal modo, leímos lo verdaderamente medular para no extraviarnos en sus cavilaciones tan densas como reveladoras. He decidido volver a esas lecciones para construir la pista de aterrizaje de mi propio malestar.
La vida dialógica
En Yo y Tú, Buber explica que hay dos palabras primordiales que expresan maneras de relacionarse. Estas palabras primordiales forman parejas: Yo-Tú y Yo-Ello. En la pareja Yo-Tú, ambos participantes están plenamente presentes. Es decir: la relación implica el intercambio fluido de experiencias entre dos partes que están presentes de manera auténtica. En la pareja Yo-Ello, el Yo trata a lo otro (Ello) como un objeto, como un medio para lograr un fin: no hay intercambio ni autenticidad.
Los planteamientos de Buber son interesantes puesto que, en sintonía con John Donne, no sería posible pensar que el hombre es una isla ni que está solo en el mundo. Buber hace énfasis en la necesidad que tiene el ser humano para estar con otros. La existencia del ser humano tiene sentido en tanto que se relaciona, sobre todo, con otros seres humanos así como con la naturaleza y otras formas inteligibles.
De acuerdo con los planteamientos de Buber, en los encuentros se juegan los modos de relación. A Buber le interesa lo que ocurre en los encuentros verdaderos y, como decía, estos sólo son posibles en la pareja Yo-Tu. En este sentido, Buber aprecia la espontaneidad de una conversación, lo imprevisto de una respuesta, la sorpresa en una lección, la autenticidad en el abrazo y lo verdadero del duelo. ¿Qué ocurre con los encuentros? En ellos, dice, “lo esencial no ocurre en uno y en otro de los participantes, ni tampoco en un mundo neutral que abarca a los dos y a todas las demás cosas, sino, en el sentido más preciso, ‘entre’ los dos, como si dijéramos, en una dimensión a la que sólo los dos tienen acceso”. Esta dimensión, ese entre queda de manera residual en los participantes, en palabras de Buber: “queda un resto, un como lugar donde las almas cesan y el mundo no ha comenzado todavía, y este resto es lo esencial.” En los encuentros debe surgir el diálogo.
Para comprender la relevancia del diálogo, debemos atender las distinciones que señala Buber. Por un lado se tiene el diálogo genuino que será sostenido, evidentemente, por la pareja Yo-Tú. También se da el diálogo técnico que se limita al entendimiento. Por último aparece el monólogo disfrazado de diálogo que implica la habladuría, que difícilmente reconoce la presencia de los otros, que ni siquiera concibe interlocutores. Siguiendo a Buber, entenderemos que el diálogo es crucial porque no está determinado por ninguna razón ni finalidad y que pavimenta el camino de la vida dialógica. En palabras del filósofo: “la vida dialógica no es aquella en la cual se está continuamente entre personas, sino precisamente aquella otra en que con las personas con las que se está, se está verdaderamente.”
Buber explica que “la verdadera convivencia sólo puede prosperar allí donde los hombres experimenten, discutan, administren en común las cosas reales de su vida, […]” Así se genera un triángulo virtuoso entre la relación, el encuentro y el diálogo. Es posible que bajo estas condiciones hagamos comunidad.
Hacer comunidad
Recientemente, en uno de los grupos de gente con los que me reúno, hablamos sobre la comunidad. Cuando abarco este concepto, siempre pienso en clave Buber.
 Con frecuencia hablamos de que los seres humanos vivimos en sociedad. Quizá sea ese el impedimento principal para reconocer la responsabilidad que tenemos unos de los otros. Buber explica la diferencia entre una y otra:
 La comunidad es expresión y configuración de lo originario, es la totalidad del hombre de voluntad representadora, naturalmente unitaria, capaz de establecer vínculos; pero la sociedad es el lugar de lo diferenciado, del pensamiento disolvente, de la totalidad rota que busca privilegios. (1991, p. 35)
 Así que hemos caído en la trampa. Bajo la consigna de considerarnos civilizados, aceptamos el orden racional que brinda la sociedad, afirmamos estar agrupados en ella y, sin querer, cancelamos lo que tenemos en común. En la sociedad sobresalen las diferencias, las castas, las clases. Por el contrario, la comunidad que postula Buber es aquella donde prevalece la presencia del Tú a pesar de los sentimientos y las instituciones, que no descarta porque las reconoce como necesarias para la vida humana.
Lo cierto es que no hace falta estar todos juntos para ser comunidad. Su fortaleza radica, como dice Buber, en la capacidad de establecer vínculos que sean duraderos. Hay un ‘algo’ que nos hace ser comunidad, que se genera en el encuentro y se mantiene en la separación física porque se fundamenta en la relación. Quizá sea que nuestras afinidades cobran sentido, así como nuestras preocupaciones.
Puede que la expresión “construir comunidad” sea extraña. Lo cierto es que estamos obligados a construirla porque ya se ha diluido. Nos hemos extraviado en las dimensiones de la sociedad, que se empeñan en aislarnos. Debemos atender que para generar comunidad requerimos encuentro y diálogo.
La vigencia de Buber
Bajo la lógica operante, la gente dejó de juntarse para resguardarse en su aislamiento. El desarrollo tecnológico comenzó a ofrecer alternativas a la interacción con personas en tiempo y circunstancias reales. Transitamos rápidamente de la realidad virtual a las redes sociales y enarbolamos la bandera de la comunicación inmediata. Es un verdadero alivio poder contactar a nuestros seres queridos con unos cuantos clics pero no podemos dejar que eso sustituya la posibilidad de abrazarlos o verlos de frente.
Si miramos a nuestro alrededor, veremos que la pareja Yo-Ello es el modo de relación dominante. No solamente por la facilidad con la que unos utilizan a otros para conseguir lo que quieren si no porque, realmente, cada vez hay menos interacción entre las personas. Existe una confusión al concebir que una manera de estar con alguien es a través de los mensajitos de whatsapp o de las interacciones en las redes sociales. Sí, son modos de relación pero estos no son auténticos bajo la óptica del filósofo vienés. Por esta razón, Buber privilegia los encuentros como escenarios fértiles para la pareja Yo- Tú.
Quizá el problema es que nos hemos quedado sin ágora. ¿Dónde podemos reunirnos como ciudadanos? ¿Qué retazos de ciudad nos pertenecen todavía? Falta poco para emular las prácticas autoritarias que concebían como conspiración la reunión de más de tres personas, que impedían la celebración de fiestas en domicilios particulares o la concentración de personas en el espacio público. No es gratuito que los policías se alerten ante una aglomeración espontánea.
Con otro de mis grupos, un círculo de lectura en la Biblioteca Vasconcelos donde leemos a Pierre Hadot y Michel Onfray, hemos tocado la relevancia de la filosofía hoy día, en nuestra sociedad. Hablando de la figura de Sócrates, insistí en la falta de ágora para los ciudadanos. Realmente no tenemos un lugar de encuentro, al menos no en el ámbito de lo público. Carecemos de él al grado de denominar ‘ocupación’ el hecho de reunirnos en una plaza o un parque. La carga política es inevitable: lo ocupamos para reclamar su pertenencia. Los ciudadanos hoy somos expulsados de nuestro pequeño paraíso: la plaza pública.
Recuperar la plaza como escenario de encuentros y ocasión para el diálogo. Quizá así haremos comunidad.
Publicado originalmente en Registro (17 de marzo de 2015)